Tengo muchos amigos que son oficiales de Infantería, tanto en servicio activo como en la Guardia/Reserva. Les pregunté qué pensaban sobre el discurso de Pete Hegseth y, honestamente, me sorprendió un poco la reacción, ya que los chicos en X estaban tan encantados con él. La mayoría de ellos sonrió con desdén, se rió y lo llamaron directamente un "intento desesperado". Cuando profundizamos en el tema, gran parte de ello se redujo a sus acciones y, más importante aún, a sus calificaciones. El gran factor decisivo fue que nunca aprobó la Escuela Ranger. Aparentemente, para los oficiales de Infantería, la Escuela Ranger es el estándar. Hice algunas investigaciones por mi cuenta y tienen razón: si un oficial de Infantería sale de IBOLC y no aprueba la Escuela Ranger, es una muy mala imagen. Es una de las cosas más importantes que puedes hacer para tu credibilidad y tu carrera como oficial de Infantería. Es el curso de liderazgo de pequeñas unidades más importante del Ejército y un rito de paso. Aprobarlo demuestra que puedes soportar, liderar y luchar bajo estrés extremo. Ese pequeño distintivo negro y dorado abre puertas a la credibilidad como líder de pelotón, respeto de las filas de soldados, asignaciones competitivas y ascensos. No me malinterpretes, si no apruebas, aún puedes servir, pero es un limitante para tu carrera. En la infantería, especialmente, "con distintivo vs. sin distintivo" separa a quienes obtienen los trabajos más difíciles y a quienes se estancan. Los oficiales sin un distintivo suelen terminar en unidades menos competitivas, llevando el estigma de haber fallado en lo que se considera la prueba básica para su rama. Lo que nos lleva a Pete Hegseth. Nunca ganó un distintivo Ranger. (Tampoco ganó alas de Aerotransporte ni completó la Escuela de Asalto Aéreo o la escuela de Pathfinder—y para un oficial de Infantería, no tener ninguna de estas escuelas es extremadamente raro. La mayoría de los oficiales de infantería se esfuerzan por obtener al menos una, si no todas, porque esas escuelas son multiplicadores de carrera y símbolos de credibilidad. Esa ausencia importó. Significaba que Hegseth tenía un techo como oficial de infantería. Sin el distintivo o las insignias que definen la profesión, sus perspectivas de ascenso en armas de combate siempre iban a ser más débiles. Los soldados lo notan. Otros oficiales lo notan. El Ejército lo nota. Así que cuando habla sobre el "ethos del guerrero" o da lecciones a los soldados de armas de combate sobre estándares, recuerda: nunca ganó las calificaciones que establecen esos estándares. Y en el mundo de la infantería, ese no es un pequeño detalle—es todo.