Un concepto erróneo importante sobre el conflicto entre Israel y Palestina es que los jóvenes reclutas de Hamas se unen debido a la ideología. En realidad, muchos jóvenes palestinos se unen porque no ven un camino alternativo hacia la oportunidad o el propósito. Cuando se bloquean los empleos, la educación y las perspectivas profesionales, el camino de menor resistencia y que ofrece un sentido de significado se convierte en resistencia armada. Esto no es para descartar la causa palestina o el derecho a resistir la ocupación. Es un reconocimiento de que la ausencia de un liderazgo efectivo y oportunidades económicas ha atrapado a generaciones en un ciclo en el que la resistencia es la única identidad viable. Hamas explota este vacío. Con vastos recursos y control sobre las narrativas, se beneficia de suprimir otras vías de crecimiento asegurando que más jóvenes recurran a sus filas. Israel, a su vez, encuentra esta dinámica estratégicamente útil. Mientras los palestinos no logren construir fuerza económica o institucional, refuerza la ventaja a largo plazo de Israel sobre la tierra. La prosperidad no significa rendición. Pero sin ella, la resistencia se convierte en el único lenguaje y esa ha sido la tragedia de la política palestina desde la segunda Intifada.