Los aficionados buscan a alguien a quien culpar. Los profesionales buscan lo que pueden arreglar. ¿La diferencia? Responsabilidad. Las alertas se desvanecen. La esperanza se pliega. El ego se desvía. Pero la propiedad es donde comienza el crecimiento. Los profesionales no se quejan de las reducciones, las estudian. No persiguen la validación, construyen convicción. Cuando asumes toda la responsabilidad, dejas de necesitar suerte y comienzas a ganar consistencia.