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Su nombre era Anarcha Westcott. No la encontrarás en los libros de historia, pero su sufrimiento dio forma a la medicina moderna. Anarcha tenía solo 17 años; estaba esclavizada y acababa de dar a luz.
El nacimiento dejó su cuerpo desgarrado y herido. Estaba en agonía, sangrando y necesitaba desesperadamente atención. En lugar de recibir atención, Anarcha fue llevada a un médico, no para ayudarla sino para usarla. Su nombre era Dr. J. Marion Sims.
Hoy en día, algunos lo llaman el padre de la ginecología moderna. No veía a Anarcha como una niña o como un ser humano. La vio como un experimento. Le realizó más de 30 cirugías sin anestesia, sin su consentimiento y sin piedad. Gritó en cada corte. Su cuerpo se abrió una y otra vez. Su dolor fue ignorado porque era una esclava.
Su cuerpo se convirtió en la base de herramientas, técnicas y procedimientos utilizados en ginecología hasta el día de hoy. Se hizo famoso. Los hospitales llevan su nombre. Se construyeron estatuas en su honor. ¿Pero Anarcha? Fue olvidada. Sin reconocimiento. Sin estatua. Ni siquiera la justicia. Su nombre merece ser conocido. Su voz merece ser escuchada. Esta es su historia, y finalmente la estamos contando.

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