Expreso mi profunda cercanía al pueblo palestino de Gaza, que sigue viviendo con miedo y sobreviviendo en condiciones inaceptables, obligado una vez más a abandonar sus propias tierras. Ante Dios Todopoderoso, que ordenó "No matarás", y a lo largo de la historia humana, cada persona siempre tiene una dignidad inviolable, que debe ser respetada y defendida. Renuevo mi llamamiento a un alto el fuego, la liberación de los rehenes y una solución diplomática negociada, respetando plenamente el derecho internacional humanitario. Invito a todos a unirse a mi oración de corazón para que pronto surja un amanecer de paz y justicia.