El @NewYorker se enfrenta a un dilema. Si despiden a Doreen St. Felix, sus empleados y suscriptores de izquierda chillarán. Si no lo hacen, se ven cobardes, asocian su marca con el odio racial de grado armamentístico y se arriesgan a una investigación federal de derechos civiles. Déjalos retorcerse.
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