Cada modelo compite por una cosa escasa: el cómputo. No por conjuntos de datos, no por algoritmos, sino por cómputo. Por eso el poder pertenece a quien lo asigna. AWS lo alquila. Nvidia lo vende. Los gobiernos lo subsidian. DeAI rompe esa jerarquía, porque asigna el cómputo por contribución, no por capital. El poder deja de comprarse y comienza a ganarse.