Creo, comparto e intento vender mi arte: - casi todos los días - justo antes de hacer los almuerzos de los niños - mientras esquivo la niebla mental y los dolores corporales - justo antes de clasificar la ropa y cargar la lavadora - justo antes de recoger a los niños de la escuela - incluso esa pequeña caminata me deja sin aliento - entre hacer la compra y cocinar la cena, mientras hago un inventario mental de la despensa - justo después de comprar ropa para los niños en línea porque crecen tan rápido (también olvidé otro par de zapatos para uno, acabo de recordar) - mientras pago las facturas y rezo por ventas, porque esta es una de mis principales fuentes de ingresos junto al diseño gráfico y, con suerte pronto, la fotografía - después de otra cita médica porque quiero distraerme del estrés - en el hospital con frecuencia este año, encorvada sobre mi portátil esperando los resultados de las pruebas, porque mientras pienso en lo que me está sucediendo, también pienso en dejarle a mi familia algo de dinero si de repente no estoy allí - mientras trato de averiguar disfraces de Halloween, regalos de Navidad, planeando para ese baile que se acerca en la escuela para los niños - cuando estoy tan exhausta que solo podría llorar, pero lo intento de nuevo de todos modos - mientras me disocio de traumas pasados que aún me atormentan a diario - mientras me siento culpable por seguir haciendo arte e intentar que funcione varios años después de este fenómeno Web3 - a pesar de que mis ojos se sienten como si estuvieran ardiendo, fallando, rotos por el constante resplandor de la pantalla, - mientras estoy consumida por la tristeza, la autocrítica y el pánico. - mientras soy juzgada, o ignorada, curada, o excluida, en la lista o no, sintiendo que soy parte del grupo o por fuera, gritando en la nada, o ahogándome en el ruido. Estoy tratando de ser implacable. Aún tengo esperanza. Y incluso cuando me estoy ahogando, pretenderé que puedo respirar bajo el agua.